Imagen tomada de la Red
(Se retirará de inmediato si el autor lo desea,
y mi agradecimiento si lo autoriza.)
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La Luna ya está en menguante, pero hace dos noches lucía con todo su esplendor y al acostarme soñé…
Soñé en la playa, y también con ella meciéndose en las olas; sobre la arena, balanceaban dos palmeras por la fuerza del viento. Una muy cerca de la otra, crecían paralelas hacia el cielo sin que jamás llegaran a abrazarse, como mi Ella y yo.
Poco importa la distancia, mucha o poca, si no pueden rozar sus palmas las palmeras, ni nosotros nunca nuestras pieles.
En su paso por el cielo la luz de la Luna reflejaba sus sombras en la playa y le pregunté en mi sueño
–Selene ¿Tú la ves?
–La veo
–Dime ¿qué hace?
–Duerme, como tú
– ¡Oh, Selene! El viento no puede unir con su soplo a las dos palmeras que se me antojan símbolo de nuestros cuerpos, a las dos inclina a un tiempo ¿tú puedes?
Y Selene, diosa de los enamorados, susurró en mis oídos.
-Espera un poco, no despiertes.
-Quiero sentirla Selene, invítame a soñarla –y sonrió la Luna
A poco, observé que las sombras proyectadas por su luz se aproximaban según se deslizaba por el firmamento. ¡Oh, milagro! dos palmeras en la playa solapaban sus sombras formando una sola imagen. Su alma y mi alma, su cuerpo y mi cuerpo protegidos por Selene, a la luz de la Luna se besaban.
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Carlos Serra