Sucedió en Mérida, provincia de Badajoz, antes Mérita Augusta, capital de Lusitania. Hermosa ciudad romana en la que sus ruinas hablan por sí solas de pasados esplendores. Ciudad, dónde los dioses del Olimpo fijaban de tanto en cuanto su residencia. Cuando menos, Diana y Marte cuyos templos que aún se conservan, dan fe de su paso, y por si valiera de algo, contaros quiero lo que a continuación os cuento, sin que a mí me quepa duda de la veracidad de este cuento:
A esa ciudad llegué de lejos.
Cansado y solo,
de amores desventurado,
que aunque los llevara en el alma,
en otras tierras quedaron.
Y cuando reinaba la calma,
en el cielo Luna llena,
y pálida luz en la estancia,
tras la lectura de un libro
que sobre dioses trataba,
me quedé dormido
entre colores de plata.
En cerrar los ojos soñ
que Venus me visitaba.
Viéndome tan sólo, quiso consolarme,
y una historia de amor
con el último de sus amantes,
vino en mi sueño a contarme.
Su voz como un susurro,
mientras dormía, llegaba a mis sentidos
y con dulce son de arrullo,
queda, murmuraba en mis oídos:
Descansa, reposa
mientras estás dormido,
pero en mi sueña...
Imagina cuanto te digo,
imagina... un palacio,
un aposento, suelo de mármol,
paredes de cristal,
columnas de alabastro,
y en el centro... un baño.
Como el de Afrodita,
concha de nácar...
llena de agua
y de espuma blanca.
Frente a mí, aquel, mi amante,
venido de lejanas tierras,
de franca mirada, porte arrogante.
Español para más señas.
No sé bien el porqué de que entre todos mis amores sin ser este en mi corazón, el elegido, tanto cumplía mi gozo, tanta pasión vertía en mis sentidos. Su figura, ni su física apariencia, competía en hermosura con otros hombres rendidos a mis pies... Más allí estaba, y en verle dispuesto a complacerme, olvidé anteriores aventuras.
¿Duermes? ¿Sueñas?
Sigue, sigue soñando,
y para tu buen reposo,
tu vana ilusión y tu gozo,
piensa que eres tú
el hidalgo caballero que vivió
aquel encuentro amoroso.
Bastó sólo unos besos cambiendo los sabores y las plumas de sus dedos paseando por mi espalda para que un frenesí mudara la conciencia. Singular escena la pelea de los cuerpos por la agitación desbordada y las frases invitando a la lujuria.
Recuerda:
Mis senos en tus manos,
mis labios en los suyos,
mis ojos en tus ojos,
arrebolados de amor
jugábamos con antojo,
tu cuerpo quemaba a mi contacto,
inefable placer sentir tu gozo.
En cada beso, el corazón
se escapaba de mi pecho,
a cada suspiro,
mis ansias por amarte
crecían con anhelo.
Era avidez, ahínco,
apetencia de tu cuerpo,
codicia, fervor, delirio.
lujuria en sí, buscando tus rincones,
cediéndote mis huecos y hondonadas.
¡Que desvarío! ¡Cuantos sones de campanas de amoríos anteriores se rompían en añicos! Éstas, tocaban a gloria y anunciaba su tañer otro horizonte para mi jardín florido. Me entregué a él, de la noche al alba; más a su corazón, que a la desbordada libido. Era a su persona, a su sentimiento de amante enamorado a quien me ofrecí sin usura y sin recato.
Como ahora en tu sueño
donde en ti me tienes,
donde te adentras y me enloqueces,
me curvas,
te retuerces,
me aspiras,
te beso,
te estrujo,
te acaricio, me muerdes,
te siento en mis entrañas
y sientes que te vienes,
y sabes que ya llego…
prolongando un grito de placer
nuestras gargantas.
Podrán sonar más campanas
en mi vida de diosa enamorada,
Más, nunca, ¡nunca!
apagarán sus sones
el eco de las que en tu sueño
repican esta noche
a mágicos albores.
*
Así terminó el cuento,
la historia que para distraer
mi soledad,
Venus me confesara en sueños.
Más... no podría decir de cierto,
si fue la diosa, o fruto fue
de mi pensamiento.
***