lunes, 29 de diciembre de 2008

EL RATONCITO KOKI EN EL BOSQUE

Cuento infantil
Serie de tres cuentos
(3/3)


¡Hola! ¿Quién me está leyendo? ¿Un niño, una niña, o el papá o la mamá? Pues si os parece bien, os contaré una nueva aventura de Koki. Tú pones la voz, y yo que soy el cuento, las letras ordenadas una detrás de otra para que todos podamos enterarnos de esta historia.

Primero diré para el que no lo sepa que Koki es el dibujo de un ratoncito gordinflón que hizo una niña llamada Mina, y lo dibujó tan perfecto que se transformó en uno de verdad y vivía en las páginas del cuaderno. Cuando se abría allí estaba Koki igual que lo dibujó Mina, pero al cerrarlo se escapaba de su página y se iba a otras donde había más dibujos de animalitos que eran sus amigos y compañeros de juego. También se encontraban todos los juguetes que os podéis imaginar y muchas cosas más. Un pony, un tren, un prado con una vaca y... un bosque.

¡Un bosque! Que excursión tan estupenda podría hacer Koki.

Eso mismo pensó él, y un día decidió ir por si descubría algo que no conocía.
Se levantó temprano, se aseó como cada mañana sin descuidar cepillar bien la colita y peinarse los pelitos del bigote. Tomó un buen trozo de queso del que siempre le tenía dibujado Mina e inició la excursión al bosque que estaba casi al final del cuaderno.

En la página 16 se cruzó con Tina y Tino, dos hermanitos de 6 y 8 años que con sus carteras repletas de libros iban a la escuela. Como ya le conocían le saludaron contentos de verle.

- Buenos días, Koki. ¿Adónde vas tan temprano?

- Buenos días, contestó –Voy de excursión al bosque.

- ¡Uy! Ve con precaución porque se cuenta que es peligroso. Dicen que hay animales salvajes, ya sabes, que no están domesticados.

- ¡Caramba! – exclamó Koki – no había pensado en ello. Gracias por el aviso. Iré con cuidado y no me adentraré mucho.

Con este propósito siguió su camino, diciéndose que sólo llegaría hasta donde le pareciera seguro.

Pasó por las paginas 17, 18, 19 y 20, admirando cuanto en ellas había dibujado. Una playa, un puentecito sobre un río, en el que pescaba el señor Andrés que también le saludó al pasar.

- Adiós, Koki.

- Adiós, señor Andrés.

Así llegó a la número 21 donde divisó el bosque. Vio desde lejos muchos árboles diferentes, pinos y abetos como los de Navidad pero muy grandes, más altos que una casa.

Cuando entró en él, se sentó sobre una piedra para descansar y comerse el trozo de queso, porque tenía mucha hambre después de andar tanto. Además, no sé si sabéis que Koki era muy glotón y por eso estaba tan gordito.

No bien hubo terminado, pasó por allí otro ratoncito con una carretilla de piedrecitas y... ¡Atención! ¿A que no sabéis quien era? ¡Sorpresa, sorpresa! Nada más y nada menos que el ratoncito Pérez.

- ¡Hola! ¿Qué haces aquí y como te llamas?

Le preguntó extrañado porque al bosque nunca iba nadie.

- Me llamo Koki y he venido a ver el bosque. ¿Y tú, quien eres?

- Yo soy el ratoncito Pérez –dijo muy ufano por ser quien era.

- ¿El ratoncito Pérez? ¿Y a que te dedicas? ¿Transportas piedrecitas? ¿Para que las quieres?

Este, muy sorprendido le preguntó.

- ¿Es que no me conoces?

- Es la primera vez que te veo.- contestó Koki.

- Eso no importa porque nadie me ha visto nunca pero todo el mundo sabe quien soy, sobre todo los niños. Bueno, tú como eres un ratón, a lo mejor... será por eso.
- ¿Y porque eres tan famoso?– quiso saber Koki.

- Porque todas las noches del año visito a los niños que se les cae un dientecito, y les dejo un regalo o una monedita bajo la almohada. ¿Ves? Esto no son piedrecitas sino los dientecitos que recojo.

- ¡Que montón! – dijo asombrado Koki - ¿Y a todos los niños buenos les dejas un regalo?

- Si, a todos. A los buenos y también a los no tan buenos, aunque alguna vez puede que me descuide de alguno porque tengo tanto trabajo... y entonces me quedo muy triste ¿sabes?

- ¡Anda! ¿A los niños malos también? –preguntó extrañado Koki- ¿Por qué?

Y el ratoncito Pérez que lo sabía casi todo le respondió muy convencido.

- No hay niños malos del todo y los que son un poco, si los tratas como si fueran muy buenos a lo mejor dejan de ser malos.

- ¡Ah...!

Koki no lo entendía muy bien pero pensó que si Pérez lo decía debía ser verdad. El tenía entendido que al malo se le castigaba.

- Bueno, me voy –dijo despidiéndose.

- Adiós. Ten cuidado de no perderte en el bosque –y le recomendó una senda para acortar camino.

Pero... amiguitos que me leéis ¿sabéis que ocurrió? Que cuando llegó al primer cruce de caminos no recordaba cual debía tomar y equivocadamente eligió el que no era.
Llevaba un buen rato andando cuando se dio cuenta que se había perdido. No sabía donde estaba y comenzó a inquietarse. Por más que intentó hallar el apropiado no lo encontraba. Siempre le parecía que escogía el que no era.

Pero queridos niños que escucháis el cuento, he de deciros que no os preocupéis, porque el final de esta historia es feliz, aunque Koki no lo sabía y estaba muy asustado. Las patitas le temblaban de miedo porque había visto un gato enorme, tan grande como un perro muy, muy grande, que le miraba con cara de pocos amigos.

Los ojos muy abiertos brillaban como dos luces rojas. Tenía los pelos de punta y las uñas largas, largas. Los dientes tan grandes como el lobo del cuento de Caperucita.
Koki pensó que no tenía por donde escapar y creyó que sería mejor disimular el miedo que sentía, de modo que aparentando ser muy valiente le preguntó.

- Oye, gato grande ¿me puedes indicar por donde se sale del bosque?

- Miiiiaaauuu –maulló tan fuerte que temblaron todos los árboles próximos, y por supuesto, quien más tembló fue Koki- ¿No sabes que soy un gato salvaje y como ratones? –dijo relamiéndose ya sus bigotes pensando en lo rico que estaría el ratoncito tan gordito.

- No te atreverás –le contestó intentando que no descubriese su temor- además, soy un dibujo.

- ¡Ja, ja, ja! Un dibujo –dijo sin creérselo- de todos modos seas lo que seas estás muy gordito y seguro que muy apetitoso.

Y sin decir nada más dio un salto enorme para coger a Koki. Pobre ratoncito ¡si lo hubierais visto correr! Esquivaba como podía los asaltos del enorme gato y gracias a que era mucho más pequeño consiguió meterse en un tronco hueco que había junto al camino. Por más que lo intentaba el gato salvaje no lograba entrar del todo para alcanzar a Koki, pero sí que pudo introducir la cabeza y parte del cuerpo, de tal modo, que allí se quedó atorado. No podía introducirse más y tampoco podía salir, mientras que a Koki le fue fácil hacerlo por el otro extremo del tronco y así logró escapar de las garras del enorme gato malo.

- Adiós gato feo. Me has dado un gran susto pero ya has visto que he sido más listo que tú.

- ¡Miauuu! –dijo esta vez lastimero- no me dejes aquí por favor. No puedo salir.
Era verdad que le costaría mucho librarse de aquel tronco, y a lo mejor no podría salir nunca -iba pensando Koki mientras se alejaba.

- Ratoncitooo –oyó que gritaba el gato- porfa no me dejes. Miauuu, miauuu...
Eran tan suplicantes sus maullidos que Koki decidió volver y ayudarle a librarse del tronco.

- Pero prométeme que no me harás daño -le dijo muy serio.

- Te lo prometo gordinflón. Palabra de gato salvaje.

No sé si sabéis que los ratones son roedores, o sea, que con sus dientecillos son capaces de desmenuzar una madera, como vosotros haríais con una tableta de chocolate.

Así pues que comenzó a roer el tronco mientras pensaba que si el gato no cumplía su palabra lo iba a pasar mal, pero entonces ya pensaría como escapar. Ahora, lo primero era salvar de su encierro al gato grande.

Fue tan deprisa en roer el tronco que en pocos minutos quedó libre y entre avergonzado y agradecido dijo a Koki.

- A partir de hoy me haré vegetariano y si quieres seré tu amigo. Te ruego que me perdones ratoncito.

- No tiene importancia –repondió muy contento- por cierto, me llamo Koki –y le dio la manita en señal de amistad- ¿Y tú?

- Yo, Montés –contestó al tiempo que se prometían amistad con un apretón de sus manitas, la del gato, claro, más grande.

Y bien amiguitos, esta historia termina cuando los dos se despedían en la orilla del bosque a donde Montés, el gato grande acompañó a Koki.

Mientras iba pasando páginas camino de la suya, el ratoncito Koki pensaba en cuanta razón tenía su colega el ratoncito Pérez. Los malos son menos malos si los tratas como buenos.

¡Vaya un día de excursión que pasó nuestro querido el ratoncito Koki!



Chupé ¿verdad?
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Carlos Serra Ramos