jueves, 22 de abril de 2010

Cómo la rueca


Los siete dioses de la buena suerte
Con los ojos en el cielo ando las veredas hollando a cada paso un punto de inflexión en mi Destino. No hay opción en el siguiente para evadir el rango que el azar otorga. Marioneta en manos de los dioses, sorteo a tientas barrizales o me hundo en la ciénaga si eludo los abrojos. Y qué pocos los huecos vacíos de infortunio; un acertijo es, calzar el pie donde Afrodita dejó su huella, o pisaron los Siete Dioses de la Buena Suerte.
Mas, nunca cede la esperanza y doy por muerto lo vivido, extraigo de reveses la experiencia para cambiar a un golpe de timón, la derrota sobre el mar de mis errores. Sean otros los confines, otro el horizonte donde la ilusión se mantenga como una luz que alumbre la existencia.
Se ha de saber que el mundo es una rueca girando sin cesar; que volverá el invierno y tornará otra vez la primavera verdeando las ramas de los árboles; que todo se repite en el ciclo interminable del sistema porque nunca se paran los relojes, pero al hombre se le desgasta el mundo aunque nazca cada día a su futuro. 
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sábado, 3 de abril de 2010

3ª carta que me escribo.




Soledad
*
 

Hoy es un día como tantos, como muchos, casi como todos, todo sigue igual en el mundo que me envuelve; vegeto entre la calma de un tiempo que el reloj detuvo perdidas las agujas de las horas. La vida es un hastío cuando la soledad te cerca y no hay más objetivo que mirar tras la ventana esperando que los cuerpos alarguen sus sombras. Hoy, se asoma el desencanto porque el silencio ahogó la primavera de un corazón esperanzado y vuelve la moviola a recordarme la efímera ilusión del pensamiento fiado en la ignorancia.

Sé que estoy en el tiempo y lugar equivocado, que nací tocado de nirvana y no asumo la renuncia al canto de otros dioses.

Y aunque me batan las olas cuanto quieran, alfombren de piedras mi sendero, de espino las veredas y un abismo de vacíos cerque el paso, no logrará el Destino acallar el grito de mi alma que clama en el desierto.

Prisionero de un sentir nunca vivido, seguiré soñando, y creyendo que el mundo es diferente, que un día romperán las cadenas que me enclaustran y el dios de las bondades me mostrará la senda.

Pero… pueda ser, que llegue tarde.

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Carlos Serra