miércoles, 2 de noviembre de 2011

Maté al tiempo



Acabo de matar al tiempo, así, cómo lo digo, porque me he dado cuenta de que es efímero, sólo es un tramo de la vida guardado en el rincón de la memoria sin dimensión alguna ni opción a vivirlo por segunda vez, el tiempo es tiempo  mientras lo vives, es como la vida, un instante repetido en el presente que no se puede guardar para después, ni esperar que el ya vivido nos alcance, atrás quedó con sus penas y alegrías e inútil es recurrir a la memoria para sentir el roce de aquella piel o el gozo de una lánguida mirada en las retinas. Pasó. Perdido se halla en las hojas de viejos calendarios mientras nos espera el gran desconocido con otros horizontes. Por eso digo que hoy… he muerto al tiempo.

Y heme aquí, roto el cascarón la luz ciega mis ojos, limpio de pasado, dispuesto al devenir que comienza en despuntar el alba despertando la ilusión por el mañana.

Y puede, claro que sí, puede que sigan los reveses ahondando en la desdicha, puede que algún dios del infortunio quiebre mis alas o que se agriete la tierra al peso de mi huella, puede, pero no podrán vencerme ni los dioses ni avatares, que siempre han de quedarme los sueños y el espíritu.

Tan solo he de rendirme al dardo del amor, que abierto está mi pecho al mágico dolor de ese sentimiento.  
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