domingo, 22 de febrero de 2015


Imagen tomada de Internet
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Hoy, el día se me hace triste. La niebla cubre el valle y difumina el entorno. Se desdibujan los cuerpos y los árboles son sombras.

Sombras como las páginas de mi ayer donde tú estás impresa. Y apenas te recuerdo, se borró el tatuaje de tu nombre en mi retina, amor que fuiste. Hoguera en que quemé todas mis velas. Rendida mi admiración por tus encantos, sintiéndome tu dueño, medía con los labios tu piel como alabastro y mis manos paseaban tus veredas. Quería respirar sólo tu aliento y morir en cada uno de tus besos.

¿Recuerdas?
El paseo entre los álamos, arces y acacias en las orillas del río. Y al caer las tardes frías, mi pecho era el refugio para tu frío.

¿Recuerdas?
Las meriendas junto al torrente, que al rebotar entre peñas nos salpicaban sus aguas. Y te reías.

Y el lecho de hierba fresca bajo el sauce...
¿Lo recuerdas?
Nuestros juegos, las carreras... ¡Qué té cojo! ¡Qué té pillo! La playa, el sol... Noches de luna y arena en nuestros cuerpos desnudos.

No puedo creer tal desgaste en el amor ¡Si eras mi Cielo, mi noche, mi día, mi celo. Y todos los momentos de aquél entonces. Estrellas refulgentes las chispas de tus ojos, arrope y miel los jugos de tu boca.

Maldito el bendito amor que tanto engaña. Se derrite como el hielo siendo fuego. Bello y frágil cristal de Bohemia, que si rompe, lastiman sus fragmentos.

¿Me fui? ¿Te fuiste? Nos fuimos poco a poco sin apenas darnos cuenta.
Llama, incendio, lava incandescente que el tiempo va apagando. Al fin sólo el rescoldo. Después, nada.

Cenizas que cubrirán hasta el recuerdo.
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miércoles, 20 de marzo de 2013

Las aguas de tu río






Recorte óleo sobre tela de Carlos Serra
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Se va secando el cauce del río cristalino donde saciaba la sed de mis deseos; discurrían impetuosas las aguas sorteando meandros, rocas y diques o, se precitaba por barrancos en estruendosa cascada hasta la poza, donde su espuma blanca, ascendía convertida en nubes de algodón irisando la luz del sol en múltiples colores; desbordada, seguía su curso buscando el llano en un zigzag relajado hasta el estanque. Venció cañadas, terrenos pedregosos y mil escollos, pero al fin, la presa infranqueable le impidió llegar al mar y lo convirtió en lago cortando su destino.

Sus aguas ya no corren, solo una compuerta se abre de cuando en cuando y, por su cauce seco, apenas unas gotas me recuerdan con pesar la bravura de cuando fue torrente, cascada, caudaloso río que mi sed saciaba.

Hoy, observo con tristeza que en mi jardín las flores se marchitan porque les falta, como a mí, el agua de su río. 
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miércoles, 2 de noviembre de 2011

Maté al tiempo



Acabo de matar al tiempo, así, cómo lo digo, porque me he dado cuenta de que es efímero, sólo es un tramo de la vida guardado en el rincón de la memoria sin dimensión alguna ni opción a vivirlo por segunda vez, el tiempo es tiempo  mientras lo vives, es como la vida, un instante repetido en el presente que no se puede guardar para después, ni esperar que el ya vivido nos alcance, atrás quedó con sus penas y alegrías e inútil es recurrir a la memoria para sentir el roce de aquella piel o el gozo de una lánguida mirada en las retinas. Pasó. Perdido se halla en las hojas de viejos calendarios mientras nos espera el gran desconocido con otros horizontes. Por eso digo que hoy… he muerto al tiempo.

Y heme aquí, roto el cascarón la luz ciega mis ojos, limpio de pasado, dispuesto al devenir que comienza en despuntar el alba despertando la ilusión por el mañana.

Y puede, claro que sí, puede que sigan los reveses ahondando en la desdicha, puede que algún dios del infortunio quiebre mis alas o que se agriete la tierra al peso de mi huella, puede, pero no podrán vencerme ni los dioses ni avatares, que siempre han de quedarme los sueños y el espíritu.

Tan solo he de rendirme al dardo del amor, que abierto está mi pecho al mágico dolor de ese sentimiento.  
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sábado, 10 de septiembre de 2011

El amor ni se exige ni se impone


Me pesa ser un hombre bueno, sentir como propio el daño ajeno, amar con arrebato y entregar la vida por un beso. Me pesa, sí, pero me pesa por observar cierto egoísmo en cuanto doy, en cuanto siento y en la entrega del amor porque espero ser correspondido de igual modo y, eso más o menos, es un trueque que desdice la bondad que presumía.


Mas, el desengaño, la pérdida de un amor que le hacías tuyo, entraña sufrimiento, dolor y pesar, se cierran las ventanas al futuro y la angustia oprime el corazón hasta el ahogo. Y… ¿qué hacer cuando el sentimiento esclaviza a la razón? Se me ocurren estos versos por si en ellos encuentro la respuesta sabiendo que el amor, ni se exige ni se impone:

Haber vivido mucho
nos muestra los colores de la vida,
todos lo sabores de la fruta,
la quinina con toda su amargor
y la acidez del vino rancio.



Es un bagaje
que fue recopilado en la andadura
de cada tramo,
y triste es olvidar
que en ellos,
son parte del rosal
la rosa y las espinas.



Los besos se desgastan,
se acaban las palabras
y se olvidan promesas y suspiros,
pero…
a uno de los dos, como la muerte,
le llegará más tarde
el soplo del olvido.

Sí, ser bueno pesa.
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domingo, 7 de agosto de 2011

Zapatito de cristal


Expresar los sentimientos, me preguntas. ¿Qué sentimientos? ¿Los que duelen y muerden el alma? ¿Aquellos que son manifestación de alegría? ¿Los pasados que abruman de nostalgia, o los que promueven las miserias del mundo en que vivimos? Además, es tan distante la valoración de un mismo sentimiento entre uno y otro ser, que temes caer en el ridículo al manifestar los tuyos.

Pocas veces nuestras emociones importan algo a quien no es parte interesada de las mismas y, aún así, porque alguien en un equívoco me llamó príncipe, dejo constancia del sentimiento que ese adjetivo puede despertarnos.

Porque en cierta ocasión me llamaron príncipe de sueños, de príncipes y princesas irá el cuento, que bueno será creer aún en la inocencia de Blancanieves, o la bondad de Cenicienta.

Los hay de sangre azul que despiertan admiración y envidia. Seres tocados por la varita mágica del Destino que los hizo hijos de reyes.

Otros, son aquellos soñados príncipes y princesas de los cuentos de hadas, personajes que despertaron la fantasía en la niñez.

Pero nunca han sido más importantes para el enamorado o enamorada, que los príncipes y princesas de sangre roja y caliente, título regio que se otorga solamente a quien se ama.
                                                        
*
Mi príncipe encantado, mi príncipe poeta. Princesa de mis noches y mis días. Príncipe tuyo, princesa mía. Príncipe él, ella princesa. Pero de roja sangre que llena el corazón y lo fustiga, lo alimenta y hace que palpite acelerado. Se desborda en la dicha que se ofrece a borbotones y morirías por él, o ella, por no perder sus besos.

Pero... ¡Ah! Cuándo la duda embarga el sentimiento, el corazón... ¡revienta! Se derrumba el principado, bombea la sangre con tal fuerza que retumban en las sienes mil tambores.

Desolación en el alma, angustia en la garganta, puertas de futuro que se cierran, hálito de vida que se escapa.

Y... sigue habiendo príncipe o princesa todavía. Que ya no es tuya.

Ilusión efímera, pasajera fugaz como eclosión de la fronda, que irrumpe en primavera y luce mil colores en sus flores y hojas tiernas, y a poco, ramas desnudas y alfombra cubriendo la dehesa con manto de hojas secas.

Zapatito de cristal que se adaptó al pie de Cenicienta, tan frágil era, que como cristal rompió emulando a la ilusión, y con él, el sueño que soñé de ser su príncipe, y ser ella mi princesa.
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viernes, 8 de julio de 2011

¿Loco, o cuerdo?


Porque alguien leyendo mis escritos me dijo cierta vez que si estoy loco, intento razonar si escribo como cuerdo mis locuras, o corduras escribo siendo loco.

Mi duda es dónde empieza y dónde acaba la razón o lo absurdo, lo lógico, o el desatino, cuando todo el comportamiento social responde a la cultura del pueblo en que se habita.

Seguimos normas de conducta establecidas sin tener en cuenta nuestra aptitud, ni la capacidad de cada cual, ni valen un pito los sentimientos más que para uno mismo.

Por eso escribo y grito, para mí, para mi ser escondido vertiendo en el papel la queja, que a nadie importa mi quejido.

O en lo alto de un monte, donde solo el eco puede responder mi grito. Allí, extiendo los brazos en el intento de abrazar la tierra y el cielo, y solo entre mis brazos queda el viento.

Nada.

¡Que dolor, que esfuerzo! Navegar toda la vida contra corriente río arriba, sacrificando instintos básicos, sujetos a mostrar la imagen que quieran ver los ojos que nos miran. Máscara que nos oprime y ciega la propia identidad.

Ahí mis dudas, si estoy cuerdo en mis locuras, o loco en la sinrazón de mi cordura.

¿Por qué es pecado expresar lo que se siente? ¿Por qué sufrir eternos desengaños con la sonrisa en los labios? ¿Por qué morir de amor y callarlo, o sentir que se ha perdido y disimular el llanto? 
¿Por qué? ¿Por qué?
 ¿Por qué...?
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martes, 7 de junio de 2011

Una noche con venus



Sucedió en Mérida, provincia de Badajoz, antes Mérita Augusta, capital de Lusitania. Hermosa ciudad romana en la que sus ruinas hablan por sí solas de pasados esplendores. Ciudad, dónde los dioses del Olimpo fijaban de tanto en cuanto su residencia. Cuando menos, Diana y Marte cuyos templos que aún se conservan, dan fe de su paso, y por si valiera de algo, contaros quiero lo que a continuación os cuento, sin que a mí me quepa duda de la veracidad de este cuento:

A esa ciudad llegué de lejos.
Cansado y solo,
de amores desventurado,
que aunque los llevara en el alma,
en otras tierras quedaron.
Y cuando reinaba la calma,
en el cielo Luna llena,
y pálida luz en la estancia,
tras la lectura de un libro
que sobre dioses trataba,
me quedé dormido
entre colores de plata.
En cerrar los ojos soñ
que Venus me visitaba.

Viéndome tan sólo, quiso consolarme,
y una historia de amor
con el último de sus amantes,
vino en mi sueño a contarme.
Su voz como un susurro,
mientras dormía, llegaba a mis sentidos
y con dulce son de arrullo,
queda, murmuraba en mis oídos:

Descansa, reposa
mientras estás dormido,
pero en mi sueña...
Imagina cuanto te digo,
imagina... un palacio,
un aposento, suelo de mármol,
paredes de cristal,
columnas de alabastro,
y en el centro... un baño.
Como el de Afrodita,
concha de nácar...
llena de agua
y de espuma blanca.

Frente a mí, aquel, mi amante,
venido de lejanas tierras,
de franca mirada, porte arrogante.
Español para más señas.

No sé bien el porqué de que entre todos mis amores sin ser este en mi corazón, el elegido, tanto cumplía mi gozo, tanta pasión vertía en mis sentidos. Su figura, ni su física apariencia, competía en hermosura con otros hombres rendidos a mis pies... Más allí estaba, y en verle dispuesto a complacerme, olvidé anteriores aventuras.

¿Duermes? ¿Sueñas?
Sigue, sigue soñando,
y para tu buen reposo,
tu vana ilusión y tu gozo,

piensa que eres tú
el hidalgo caballero que vivió
aquel encuentro amoroso.

Bastó sólo unos besos cambiendo los sabores y las plumas de sus dedos paseando por mi espalda para que un frenesí mudara la conciencia. Singular escena la pelea de los cuerpos por la agitación desbordada y las frases invitando a la lujuria.

Recuerda:
Mis senos en tus manos,
mis labios en los suyos,
mis ojos en tus ojos,
arrebolados de amor
jugábamos con antojo,

tu cuerpo quemaba a mi contacto,
inefable placer sentir tu gozo.
En cada beso, el corazón
se escapaba de mi pecho,
a cada suspiro,
mis ansias por amarte
crecían con anhelo.

Era avidez, ahínco,
apetencia de tu cuerpo,
codicia, fervor, delirio.
lujuria en sí, buscando tus rincones,
cediéndote mis huecos y hondonadas.

¡Que desvarío! ¡Cuantos sones de campanas de amoríos anteriores se rompían en añicos! Éstas, tocaban a gloria y anunciaba su tañer otro horizonte para mi jardín florido. Me entregué a él, de la noche al alba; más a su corazón, que a la desbordada libido. Era a su persona, a su sentimiento de amante enamorado a quien me ofrecí sin usura y sin recato.

Como ahora en tu sueño
donde en ti me tienes,
donde te adentras y me enloqueces,
me curvas,
te retuerces,
me aspiras,
te beso,
te estrujo,
te acaricio, me muerdes,
te siento en mis entrañas
y sientes que te vienes,
y sabes que ya llego…
prolongando un grito de placer
nuestras gargantas.

Podrán sonar más campanas
en mi vida de diosa enamorada,
Más, nunca, ¡nunca!
apagarán sus sones
el eco de las que en tu sueño
repican esta noche
a mágicos albores.
                 *

Así terminó el cuento,
la historia que para distraer
mi soledad,
Venus me confesara en sueños.
Más... no podría decir de cierto,
si fue la diosa, o fruto fue
de mi pensamiento.

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sábado, 2 de abril de 2011

la caída de las hojas



Busco en los rincones de mi yo, resquicios por donde la melancolía se cuela auspiciada por la sombra de mis pasos cuando eclipsa el sol y ahuyenta primaveras; infinita tristeza que me agobia.¿Dónde y cuándo punzaron las espinas de la rosa el débil talismán de mi alegría?


¿Cuando se trocaron los colores en mi al alma?
¿Dónde cambió el viento que impelía mi nave?
¿Cuándo, me arrinconó en la rada?
¿Dónde quedaron embarrados mis anhelos?



¿Dónde, cuando?
¿Cuándo, dónde?
¿Dónde?
¿Dónde?


¿Dónde estaba ella y dónde estoy yo que no me hallo?Abismo a mis pies al que me asomo con Ícaro tomándome la mano sin que el vacío me amedrente, que no hay vacío de mayor vértigo que el ver caer las hojas y estar solo en el mar de las nostalgias.

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viernes, 21 de enero de 2011

SUPOSICIONES

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La llamó a las ocho, y pensó; aún duerme.


La llamó a las nueve, y pensó; se acostaría tarde.


La llamó a las diez, y pensó; se estará bañando.


La llamó a las once, y pensó; no quiere hablarme.


La llamó a las doce; era cadáver.
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            Carlos Serra

jueves, 2 de septiembre de 2010

EL BESO



Cuando el viento del sur sopla saudades, abro las ventanas para que penetre el aire y se llenen mis pulmones del aliento que dejó en mi boca con su beso, un sólo beso, y fue bastante para saber que ya me amaba.
Era noche cerrada y bailaban las estrellas sobre las ondas del mar, y en el horizonte, una tenue claridad anunciaba el despuntar de la Luna; a lo lejos, la luz de las farolas del paseo solo era referencia que medía la distancia. Ella y yo, paseábamos la orilla sin zapatos chapoteando el agua; guardábamos silencio con tanto qué decirnos porque era difícil articular palabra sin descubrir la emoción que nos absorbía.
La tomé de la mano y sentí la presión de sus dedos en la mía en clara complicidad de un deseo compartido. El corazón rendido no pudo negarse a la caricia y me entregó su alma entre ola y ola esparcida por la arena. Agitados los suspiros, crecían sin freno las ansias por sentirnos. De su cuerpo al mío apenas nada, mi ropa y la seda de su vestido; lo mismo hubiera sido un muro porque eran sus ojos manteniendo mis pupilas prisioneras, eran sus hombros, su cuello y su piel en mis mejillas. Ceñí su talle en un abrazo, descansó en mi pecho la cabeza, ascendieron mis manos por su espalda y un ¡te amo! me escapó de la garganta.

Es extraño que pueda el beso derramar el llanto, esculpir en el alma una sentencia o firmar un compromiso, negando que solo sea el dolor causante de las lágrimas. Asomaron de sus ojos dos diamantes, sabor a sal, agua de mar que bañaban nuestros pies descalzos en la playa. Alzó el rostro, me miró, entornó los párpados, me ofreció sus labios entreabiertos y me elevé a la Nada perdida la noción del Universo.
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