jueves, 13 de noviembre de 2008

DESPEÑAPERROS

Novela de 174 páginas (en edición)
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Dos breves tramos de los capítulos 5 y 6


...En la semipenumbra, su rostro cobraba una belleza irreal que abrumaba mis sentidos. Creo que en ese instante me enamoré renunciando a cualquier otro placer que no fuera el placer de estar con ella. La tomé por el talle, la atraje a mi pecho y bebí de sus labios entreabiertos nuestro primer beso sellando la sentencia de ser tan sólo suyo.»
Revivía aquella noche sufriendo por un amor que se le antojaba imposible. Ese recuerdo y la ilusión perdida por no estar con Laura le hicieron cambiar de idea. En vez de cerrar el televisor se dirigió a la pequeña caja fuerte, buscó bajo los documentos y tomó un DVD en cuya funda se leía: Laura.
Lo insertó en el video, y en el televisor apareció a los pocos segundos la imagen de ambos en su alcoba. Sabía que fue inmoral grabar la escena, y lo era más, no haberla destruido, pero en cada ocasión que lo intentó se detenía por no renunciar a lo que tomaba como totalmente suyo de la mujer que amaba. –Pero claro que el amor de entonces no era el que hoy sentía. –se justificó.
Se sentó en el sofá manejando el mando a distancia para recrearse en las secuencias que más daño le hacían. Besos en racimo corrían centímetro a centímetro la piel rosada, el cuello, las axilas, los senos y otra vez sus bocas. Conocía bien los puntos más erógenos de la mujer y abundaba en las caricias elevando la libido de Laura. «No digas nada y siente, siente tan sólo la caricia de mis manos, el roce de los labios y el calor de nuestros cuerpos que se funden sólo en uno. Tú eres yo, y yo soy tú. Amor, amor…»
Jadeaban ambos sobre el lecho desbordando su pasión, y en el sofá, jadeaba Javier en tanto que de sus ojos manaban unas lágrimas.
Media vuelta sobre sí, y ella, parecía una diosa dominando entre sus piernas el cuerpo del hombre sometido a su placer. «Así, así… Ay, Javier, te quiero, sí, te quiero y soy tuya, tuya… Solamente tuya en cuerpo y alma.» No quiso, no pudo seguir presenciando las imágenes que sólo le producían dolor...
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Del capítulo 6
ZEUS Y SEMELE


Le despertó el fuerte ruido de la lluvia que resonaba sobre el vehículo como si soportara las cataratas del Niágara. Llovía intensamente, era uno de esos aguaceros de los que se dice que se desborda el cielo. En los primeros momentos dudaba si sufría una pesadilla, llegó a pensar si se hallaba sumergido bajo el agua. Este pensamiento le despertó la lucidez de inmediato.
– ¡El río! –Exclamó en voz alta. –Ese riachuelo, que tras cruzarlo detuve el coche seguramente habrá creciendo peligrosamente si es que llueve desde que me dormí.
En efecto, se percató de que el piso estaba cubierto por el agua que había superado el chasis pero los cristales empañados y la cortina de lluvia no le permitían ver absolutamente nada ni con todas las luces encendidas. Puso el motor en marcha para conectar el calefactor y caldear el interior del coche, sus ropas de abrigo no habían bastado y se encontraba adherido de frío.
Bajó la ventanilla y se alarmó al descubrir que la corriente cubría los ejes de las ruedas. No se paró a comprobar si procedía del río o del leve desnivel del camino. Tenía que escapar de allí como fuera, era un gran riesgo quedarse pero, también consideraba que si el desnivel de la carretera no le favorecía podía meterse en cualquier depresión, una zanja, o a saber que cosa obligándole a abandonar el coche que era su único refugio.
Con lo poco que alcanzaba a ver le parecía estar en el mismo cauce del río, y no dudó, vigilaría el nivel del agua pensando que aún apuraría medio palmo más de altura aunque se anegara el interior.
Los árboles marcaban más o menos los lindes de la calzada y circulando a una distancia equidistante entre ellos podría alejarse aunque la visibilidad al frente fuera nula. Metió la primera marcha y levantó la palanca del embrague muy despacio. Un leve patinazo le advirtió del firme resbaladizo – ¡Ay, Dios, aquí me quedo! –dijo próximo al desánimo. Lo intentó de nuevo acrecentando el cuidado en el juego del embrague y la tracción respondió esta vez avanzando tan lentamente que parecía no moverse, era navegar más que rodar y le rogaba al coche cómo si éste pudiera escucharle, que no se detuviera. –Sácame de aquí amigo mío, que tú puedes, compañero. –Oír su voz era no estar solo.
Unos metros más adelante notó que el motor pedía más gas –Subo –se dijo –No sé por donde voy pero al menos estaré a salvo del río. Cincuenta metros más ganando altura y en el camino disminuyó el nivel del agua, suspiró aliviado pero seguía circulando a ciegas aunque más confiado.
Poco había de durarle su incipiente optimismo porque volvió a patinar al tiempo que coleaba deslizándose a la derecha. Giró el volante, aceleró, frenó e hizo cuanto sabía para enderezar la dirección del coche pero fue inútil. Al fin se detuvo con un golpe seco en el bastidor quedando ligeramente inclinado.
–Un bache, lo que temía. ¿Qué más me va a pasar esta maldita noche? –Seguía lloviendo intensamente pero no reparó en salir para averiguar que había sucedido. La rueda delantera derecha se hallaba hundida hasta el eje en el surco que hacía de cuneta. – ¡Nooo…! –Gritó con desespero, tan fuerte y prolongado como permitió el aire de sus pulmones. Cuando el vértigo de la altura despertaba su acrofobia cruzando grandes puertos la combatía gritando si estaba solo.
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2 comentarios:

María dijo...

Amigo, Carlos:

Hasta que no he conseguido encontrar por tu blog, tu libro de "Despeñaperros" no he parado jajaja, y mira estoy feliz por ello.

Me ha encantado leer estos fragmentos que has dejado en esta entrada, te felicito por tu obra, y tengo que decirte que me han enganchado estos capítulos, tienes una manera de transmitir que llega muy hondo, y me doy cuenta cada día que pasa que estoy descubriendo que eres un grandísimo escritor.

¡¡¡FELICIDADES!!!!!!! ¡¡¡¡MUCHAS FELICIDADES!!!!!

Un beso de mi ventana a la tuya.

Carlos Serra Ramos dijo...

Gracias, querida amiga, sabes que son tuyos, sólo has de pedirlos.

El Juramento de don Antonio Piñeiro está por el mismo lugar más o menos.

En beso, querida.
...............Carlos